Bienvenido sea el que viaja al Cielo y vive en la Tierra

lunes, 14 de enero de 2013

Se necesita Corbata.

Diario del Capitán V, Ruta X-360 II

Hace más de hora y media que comenzó el fuego. Desde entonces, la atmosfera ha tomado un color rosa y dorado, y las nubes antes livianas, se han tornado gruesas e hirientes al ojo. Ya no queda nada del panorama tranquilo y apacible del planeta multicolor que nos recibió a nuestra llegada. Ahora sólo ruido y silencios incómodos.
El cerebro, tan perspicaz, lo liga directamente a un significado claro. Dolor y muerte.

La fauna del planeta huye aterrorizada en dirección contraria donde se citó al Caos. Restos de humo llegaban reptando a nuestra base y ensuciaban las gargantas y pulmones de los que permanecíamos allí. Apenas cuatro mecánicos y unos pocos médicos que se encargaban de la minoría que eran capaces de volver con vida.   Soldados rasos enviados como carne de cañón, y que escapaban del descanso eterno con desagradables y feas amputaciones... Esta es la verdadera cara de la NASA. El lado oscuro de la Luna.

Déborah y Nicholai trabajaban conjutamente y sin ningún tipo de rechisto. Parecía que comprendían la gravedad del asunto. Arreglamos transportes, mejoramos armas...

Cerré el diario.

Me apresuré a la cocina y alcancé de la despensa una botella de Whiskey. Hice un gesto a Marcos con la botella en la mano y le serví un doble. El médico jugueteó con la copa durante minutos, la balanceó de un lado para otro observando el recorrer del líquido para acto seguido bebérselo de un trago. Yo encendía un cigarrillo. Nuestro comportamiento era muy similar. A veces uno se frotaba la cara o miraba la copa embobado. La vaciamos un par de veces más. O tal vez tres.
-¿Quieres hablar de lo ocurrido?-Marcos preguntó tras besar la copa
Negué con la cabeza.
-V, es mejor expresarlo que guardarse esas cosas dentro.
-No necesito hablarlo.
-Bueno, pero yo, sí. -Me mantuve en silencio.-Está bien, hablemos del asunto. No por ti, por mí. Seré egoísta. Necesito hablarlo.-Mintió
-De acuerdo- contesté secamente. Me olía la argucia de Marcos para hacerme darle al pico y a lo callado, cedí- Pero eres médico. Ya hemos conversado de la muerte. Dudo que te afecte sobremanera.
-Soy médico y humano. Estoy acostumbrado a ver personas morir, pero no verlas asesinadas. Es una sutileza a tener en cuenta. V, déjate de chorradas. Tú no eres un droide, eres humana. Es totalmente normal que en ocasiones...
-Fui una cobarde.
-No, V. No eres una cobarde. ¿Qué edad tienes? ¿Dieciocho, diecinueve? Hace nada eras una cría. Te han hecho crecer muy deprisa.

Recordé entonces mis años en el hogar familiar encerrada en mi habitación estudiando planos. Ciertamente, la vida era un infierno allí. Desde la partida de mi hermano, el ambiente era insoportable. Peleas constantes, quejas, reproches, insultos... Paulatinamente la habitación se convirtió en un santuario y el trabajo un sustituto del afecto humano. La soledad nunca había sido un problema, me dije. Todo es costumbre. Costumbre y sustitución. Cuando los de la ISS me llevaron con ellos, haciéndome abandonar la casa, me formulé una pregunta. ¿Me estaban perjudicando o realmente me hacían un favor?

Ahora sabía que ninguna de las dos respuestas.

Al mismo tiempo, Déborah y Nicholai mantenían su propia conversación.

-Nicholai -Déborah se mordió los labios, era torpe expresándose en palabras- ¿Viste cómo los cuerpos caían al suelo para no moverse nunca más? Yo ya lo había visto, en las pelis, pero...
-Extraído de la RAE:
muerte.
(Del lat. mors, mortis).
1. f. Cesación o término de la vida.
2. f. En el pensamiento tradicional, separación del cuerpo y el alma.
3. f. muerte que se causa con violencia. Lo condenaron por la muerte de un vecino.
4. f. Figura del esqueleto humano como símbolo de la muerte. Suele llevar una guadaña.
5. f. Destrucción, aniquilamiento, ruina. La muerte de un imperio.
6. f. desus. Afecto o pasión violenta e irreprimible. Muerte de risa, de amor.

Déborah le miró con desaprobación.
-No me refería a eso, Chatarra. ¿Es que tú no sientes nada? ¿No tienes miedo a la muerte?
Nicholai sonrió pícaro.
-No.
¿No tienes miedo a morir?
-No. Déborah, nosotros no podemos morir porque no estamos vivos.

Esta afirmación le sentó a Déborah como una puñalada. Nicholai prosiguió:
-Respeto tu fijación y ánimo en comportarte como un Ser humano. Pero no lo olvides. No eres humana. Y nunca lo serás.

Déborah pudo haber llorado de rabia, como acostumbra. O pudo haber dado un sonoro portazo, pero no lo hizo. Entornó los ojos y se retiró lentamente al almacén, que es donde ella y Nicholai descansan o se recargan.
Nicholai siguió de pie unos minutos más pensativo. A continuación, se dirigió al almacén, posó cuidadosamente la mano en el panel, marcó unos números y se adentró con paso pesado. Déborah había construido una pequeña cama, un nuevo intento de comportarse como una mujer que duerme y sueña. Ella se encontraba bajo las sábanas con la vista al techo metálico. Nicholai se acercó a ella como una brisa y la arropó mientras sus ojos verdes centelleaban.
-Te contaré un cuento- le dijo.
Déborah no replicó. No se supo si porque estaba molesta o si bien porque estaba decepcionada o porque comprendía la carga de las palabras de su compañero.
-Había una vez un hombre que caminaba por el desierto sediento. Buscaba con desesperación agua para beber cuando se cruzó con un vendedor de corbatas. "Amigo, le vendo una corbata" "No quiero una corbata, señor. Lo que busco es agua" le espetó. Así nuestro hombre continuó su camino hasta que encontró un restaurante donde podría beber toda el agua que quisiera, pero cuando iba a atravesar las puertas, un portero le comunicó: "Se necesita corbata para poder entrar". Las cosas pueden parecernos inútiles en un principio, Déborah, hasta que un día toman su importancia. Yo todavía espero mi importancia. Buenas noches.

Déborah activó su reproductor de sueños y soñó todo lo que dura una noche que se encontraba con Nicholai en un pueblo de montaña donde las casas anidaban en los alcantilados y un gran lago cristalino brotaba en el cento y el suelo estaba infestado de colinas anaranjadas, las hojas que caían de los altos árboles.

Fuera del sueño, en la realidad, Nicholai le acariciaba el pelo.

miércoles, 9 de enero de 2013

Papá y Mamá:

Gracias por recordarme que debo dar gracias por existir. Dejemos a un lado las discusiones. Mirad, os he hecho un retrato.


Henri Michaux, Sin Título


Hijos de.
Hijos de.
Hijos de.
Hijos de 10 elevado a X multiplicado por.
Hijos de.