Bienvenido sea el que viaja al Cielo y vive en la Tierra

jueves, 14 de marzo de 2013

Bloody Space.

"Hola, V, ¿Ganaron los buenos?"

Querido Space, ojalá hubieras podido hacerme la pregunta personalmente como solías.
No has respondido a mis cartas y a mí no se me ha dado permiso para acercarme a la ISS a visitarte. Estás una tarde de invierno arreglando alguna que otra avería cuando te asalta un recuerdo. Ya sabes a lo que me refiero.
Estaba desarrollando los planos de un nuevo sensor que me han enviado cuando discerní el número 13. Recordé cuando compartíamos día a día en la Estación y aún se me formaba física e intelectualmente. Nuestras primeras conversaciones sobre lo que te jorobaba que casi todo el mundo hablase inglés, o tus quejas sobre el cubículo donde nos hacían dormir. Lo preocupado que parecía tu médico, holandés, lo cual era bueno porque no os entendíais y sus analíticas se te parecían como un test de Rorschach. Veías pájaros, casitas, lo típico.
-¿Ningún molino o tulipán? -preguntaba yo.
-Hace gestos raros. Sí, aspavientos como si fuera un molino, mientras la ceniza de su cigarrillo le cae encima. Es, y lamento decirlo, ligeramente lamentable. Pero le tengo cariño. Su farmacia siempre está abierta.

¿Recuerdas, Space? yo hacía bromas y te decía que construiría una nave espacial para sacarte de allí. Me inventé una historia en la que era libre y me infiltré como espía. A la llegada me dieron tres pastillas: Azul, violeta y verde. Yo no las tomé y te sugerí que te lavaban el cerebro. Como si a mí no me llegara la mierda al cuello...

"¿Tiene tu gólem un nombre? Todos los gólems importantes tienen nombre. Tienes que ponerle uno, V". "¿Qué tal Déborah? Por lo de devorahombres." "Me parece bien, aunque yo le quitaría el acento para que no te lo cobraran en los SMS."

También me escribo con una terrícola que conocí en el bar "El Póney Pisador". La muchacha del BloodyMary, que es como la llamo, pero me figuro, estarás cansado de claves. Su nombre es Marta. Aquella noche lo largué todo, Space. Años manteniendo la boca cerrada para largarlo todo de sopetón a una desconocida. Pero no te alarmes, creo que me toma por una demente o una agradable joven con mucha imaginación. Pero me cuestiono, ¿por qué?
Meses ignorando el asunto, enterrándolo. Construyendo dentro de mí el mayor de los agujeros negros y cubriéndolo con una serenidad de hierro. Cuando llegué a casa las lágrimas empezaron a brotar y algún que otro gemido lastimero. Entonces advertí que era incapaz de llorar estando sobria. Me sentí muy extraña. No he hablado sobre ello con nadie.
Hace unas semanas nos mandaron al planeta Hysteria a combatir contra los rebeldes y mi agujero negro engulló la serenidad. Lloré y me paralicé y si no fuera por Marcos...
¡Ah!, no sabes quién es Marcos...Es un médico con historia propia. Un buen hombre, profundo como un pozo. No obstante, no quiero hablarte de él, si no, de Marta.

Marta tuvo reciprocidad conmigo al cabo de dos Gin Tonics que gran parte acabarían esparcidos por la barra y donde me gustaba pasar el dedo y dibujar círculos. Y con los círculos, me regaló, un trozo de su vida.
Marta es una mujer que gustaba ir a museos y observar las reacciones de los espectadores. Decía que siempre encontraba una estudiante que jugueteaba con sus trenzas entre los dedos o algún idiota que miraba los cuadros impresionistas de cerca. Al final del recorrido, se paraba ante "El Jardín de las Delicias" y jugaba al "veo, veo" con sus figuras durante horas.
Se enamoró cuando tenía catorce años de un profesor mucho más mayor que ella y a los dieciséis años se fugó de casa aunque ninguna de las dos familias lo aceptara. Decía que comprar tabaco suelto en el quiosco le recordaba a esa época, sentada atrás de la moto. Un día el profesor al volver del trabajo se acostó alegando que estaba muy cansado. Y el profesor no volvió a despertar.
Marta subíó las escaleras del piso donde vivían y sus cosas estaban fuera, en la puerta. Entonces aprendió que su vida podía resumirse en seis bolsas. La familia del profesor la había dejado sin lugar a dónde ir.
Si tu n'estais pas là. Comment pourrais-je vivre... [...]


Space tomó una carta y bebió un trago de la botella de vodka.  La ojeó y la abrió lentamente, alargando el tiempo que sus dedos rozaban el papel. Comenzó la lectura degustando cada una de las palabras.
Tomó otro trago.
-¡Pareces un puto ruso!
Space detuvo la lectura de mala gana.
-¿Quieres un poco, Alekséi?
-Claro. Soy un puto ruso- sonrió de oreja a oreja. Como él sólo sabe hacer.
-Ganaron los buenos- Y le pasó la botella.