Él se prometía cada día liar sus bártulos y marcharse a un sitio nuevo, con un futuro nuevo, y abandonar esa tribu desgraciada a su propia estupidez. Pero cada noche se desvanecía su propósito y bebía hasta caer tumbado en el lecho. La molesta verdad era que no tenía dónde ir ni futuro que edificar. Lo mejor de él estaba allí: fe, esperanza y caridad prodigadas hasta el agotamiento, succionadas y malgastadas por una tierra estéril, pisoteadas por un pueblo ignorante y mal agradecido.
Bienvenido sea el que viaja al Cielo y vive en la Tierra
sábado, 14 de abril de 2012
martes, 10 de abril de 2012
C'est la vie.
El cirujano se echó atrás en la silla, cogió un cortapapeles y lo mantuvo delicadamente, como un bisturí. Aguardó un momento, reuniendo palabras, eligiendo ésta, descartando aquélla y colocándolas en seguida por un patrón de meticulosa exactitud.
-Sí, puedo operarlo. Si lo hago, usted morirá al cabo de tres meses.
-¿Y de lo contrario?
-Vivirá un poco más y morirá con más dolores.
-¿Cuánto tiempo más?
-Seis meses. Doce como máximo.
-Es una elección dura.
-Tiene que hacerla.
-Lo comprendo.
-Sí, puedo operarlo. Si lo hago, usted morirá al cabo de tres meses.
-¿Y de lo contrario?
-Vivirá un poco más y morirá con más dolores.
-¿Cuánto tiempo más?
-Seis meses. Doce como máximo.
-Es una elección dura.
-Tiene que hacerla.
-Lo comprendo.
Y tú, ¿qué escogerías?
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