Bienvenido sea el que viaja al Cielo y vive en la Tierra

lunes, 23 de enero de 2012

22




Hace unas semanas que vi la película a la que pertenece la escena. No causó en mí lo que, ahora, tiempo después. Esta extraña estimulación de mi cerebro (¿Forma parte de la lógica también el sentir?). Un verdadero "Brain Storm" de sentimientos e ideas. "Sentimientos", por cierto, es una palabra que aborrezco escribir.

Me sorprende gratamente pues yo me encontraba en una apatía casi absoluta, incluyendo la temporada en la que vi la película por primera vez. ¿Esta escena ha rescatado de su letargo a la Pequeña de quince años? Explicado esto, y ya más difícil de comprender incluso para mí, ya que me encuentro en un mar y tormenta de "sentimientos" (cada vez que lo escribo muere una parte de mí), ¿qué es lo que estoy echando de menos exactamente?

¿Lo que nunca será?

Me cuesta organizarme. Apenas escribo por ello. Me atrevo a decir que rozo la improvisación. Una improvisación torpe y estancada. ¿Dónde estáis mis queridas metáforas?

Así que me hallo ahogándome en este oceáno de agridulces recuerdos en el que jugábamos al pilla-pilla alrededor de la mesa de la cocina, tirábamos los cereales, los tetabricks de leche y nos devorábamos el uno al otro con la más tierna y seguridad de que jamás probaríamos otros cuerpos, otros labios. Las horas debajo de la manta en los días de lluvia y buscar un frío roce de pies. Aparecer saltando por tu espalda y pedirte que me llevaras a caballo. La certeza de que era única para ti, y tú para mí. Que habría partes de tu mente y cuerpo que sólo a mí pertenecían. Agarrar con desesperación tu rostro y mirar desde un plano superior entre tus pestañas y acabar el trayecto en un beso en la sien, donde se ubicaba mi reino conquistado. Todo lo que necesitábamos estaba entre nuestros brazos, en tus abrazos de protección.

Yo no necesito quemar ninguna fotografía o estampar la guitarra contra la pared. De nada sirve. Tendría que prender mi cabeza, o mandarla cortar a la guillotina. Cada noche ardo, pero no quiero que vuelvas.
No es a ti a quien extraño, si no, a quien un día fuiste un 22 de Enero.
Los adolescentes tardan en averiguar que "para siempre" es demasiado tiempo.

Déjame recordar lo que es olvidar.





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