Bienvenido sea el que viaja al Cielo y vive en la Tierra

lunes, 6 de febrero de 2012

Había una vez...

Había una vez una niña que se llamaba Elenita. Era una niña muy curiosa, y siempre estaba buscando pequeños detalles que nadie más veía. Los demás niños pensaban que era extraña, así que nunca se acercaron a ella. Pero eso no entristecía a Elenita, ella viajaba al cielo y vivía en la tierra. Un día estaba caminando por la calle, mirando hacia sus zapatos (porque ella siempre miraba sus zapatos al andar) comenzó a llover.
Rió, cantó y bailó llena de felicidad. La gente que pasaba aprisa por su lado la miraban haciendo muecas. Elenita, que siempre estaba buscando enigmas, observando su alrededor, se percató de algo por primera vez. A la gente no le gustaba la lluvia , ¿pero por qué? ¡la lluvia es fantástica!
Repasó mentalmente y se acordó de cómo intentó pasar por persona mayor. Se puso los tacones y la ropa de su madre, pero de nada sirvió. En cuanto la vieron, empezarón a gritar "¡Cállate, es asunto de mayores! <<¡Pues nada!>> se dijo Elenita, <<De todos modos, ser adulto no es divertido. Lo único que hacen es gritar, discutir y beber café!. Y el café está amarguísisisimo>>
A Elenita  le encantaba lo dulce, y para que Papá y Mamá la perdonaran, hizo un bizcocho con mucho esfuerzo. <<Si le echo más azúcar, seguro que estará más bueno>> pero Elena gastó todo el tarro de azúcar y Mamá le regañó. Nadie comió pastel.
Había muchas cosas que escapan a la mente de la pequeña y no podía comprender. Hoy se había planteado un enigma, y cuando ella se planteaba algo, no cesa hasta buscarle una solución.
<<Si llueve, es más fácil pensar que es un niño que llora. ¡Sí, sí! un niño que perdió su globo y ha subido a buscarlo. Pensar que los ángelitos están celebrando con nosotros su alegría regalándonos Cristal Celestial es más difícil. ¡Pero yo estoy segura de que es así!>>
Cuando llueve, las personas huyen, se esconden de la lluvia, se ocultan tras sus paraguas, se encogen en sus chaquetones y gabardinas. Otros no salen de casa si quiera y se resguardan en el calor del hogar. Elenita en cambio, corre y juega con los animales callejeros. Mira al cielo y deja que las gotas resbalen por su nariz. Ella no siente como si fuera un llanto, ella extiende y recoge Cristal Celestial en la palma de su mano.
Entonces empezó a entenderlo.
Las personas que huyen sólo tienen miedo. Miedo de empaparse y mostrar lo que verdaderamente son. Si se quedan bajo la lluvia, los demás podrían ver qué hacen en ella. Todos quieren un arcoiris, pero nadie quiere mojarse. Sin lluvia no hay arcoiris, ni sería tan hermoso. Lo veríamos a cada momento y al final... no le daríamos importancia. Menos Elenita, claro, que se fijaba en los pequeños detalles que nadie veía.
Reflexionó todo esto sentada en su habitación. Aquella vez no la alcanzó la lluvia durante la búsqueda de la pregunta sin formular.Y pasaron los días. Dejó de llover Salió a la calle, pero no fue igual, ya no podía coleccionar Cristal Celestial. No llovió en meses. Esperó y esperó y su arcoiris no llegaba.
Había estado tan ocupada pensando, que el último se lo perdió, absorta en sus hipótesis. Así que volvió a casa, dejó de fijarse en los pequeños detalles, dejó de mirar los zapatos. Los animales la olvidaron. Las personas ya no le hacían muecas. Los niños querían jugar con ella,  y el dulce...
Cuando decidió no esperar más, se fijó en las nubes. Extraño, porque ella ya no miraba al cielo. Pero tuvo un impulso, las nubes estaban oscuras y cargadas. Las gotas empezaron a caer lentamente, repiqueteando en su ventana, creando mil y una sinfonías, susurrando los versos más bellos jamás escritos: Arcoiris. Se expuso a la lluvia y se dejó recorrer.
Volvía a ser ella, se había encontrado. Su Arcoiris nunca brilló tanto.

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