Bienvenido sea el que viaja al Cielo y vive en la Tierra

viernes, 7 de diciembre de 2012

Ciudad d(sin)e Amor.

Hoy me apetecería estar aunque suene típico en París. Sobre el mediodía, las horas en las que más pega el Sol, estampado en un cielo sin nubes y de un profundo color azul que me gustan a mí. Podría estar en la isleta del río Sena tomando el aire o pensando en cosas inútiles por el simple hecho de que me lo puedo permitir... Dedicarme a toda la mañana a ello. Contemplarlo y ser feliz.

Podría también ir a conversar con las gárgolas de Notre Dâme. A molestarlas en su hora de la siesta y plantearles enigmas. Son muy soberbias. No aceptarán una derrota.

Recorrer el Pont des Arts, analizando mentalmente mis obras favoritas. Empezaría por las pictóricas y acabaría por las arquitectónicas. Pensaría en las ventanas de Santa Sofía y del juego de luces según la posición del Sol. Podría acordarme de aquella personita que menospreciaba las cúpulas mientras yo discrepaba.

Acabar en cualquier lugar, no importa dónde, y un señor del este toca animadamente un acordeón. Iría a alcanzar una moneda, pero lo único suelto es mi moneda con la cara de Mozart grabada que me trajeron desde Viena la cual guardé como un tesoro en un joyero de conchas y caracolas hasta que un día a mi hermana se le antojó unas chucherías y lo gastó sin permiso




C'est la vie



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