Tras vagas cavilaciones y dedicarme al aristocrático arte de no hacer absolutamente nada, caigo en la cuenta de que si no encuentro la Magia es porque ha elegido un buen escondite.
-Mi cabeza-
La felicidad excesiva me bloquea, no me deja ser yo. Ergo no pienso, o siento.
Se le conoce a la ira como un sentimiento negativo y destructivo. En mi caso, doy vida al blog gracias a ella.
Mi ira es creativa, mi autodestrucción un precio bajo.
Supera incluso a la noche de excesos. Alicientada por un " Porque puedo"
Mi reafirmación macabra de la vida y la libertad.
Viva. Lo estoy. Más que nunca. Soy excesivamente feliz en mi desgracia.
Aquí huele a Satie con Baudelaire en un día de ira desenfrenada.
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